En los siglos XVII y XVIII, el reino de Nápoles fue gobernado por virreyes que se comportaron como auténticos Alter ego del monarca español. Muchos de ellos desempeñaron un papel de primer orden en el panorama político y cultural del continente, y contaban con un gusto refinado. Durante su mandato, enviaron a la Península Ibérica gran cantidad de pinturas, esculturas, muebles y libros que con frecuencia acabaron en las colecciones reales. Este libro recoge el mecenazgo de unos virreyes que fueron mediadores en el proceso de creación y difusión del arte y la cultura napolitana del Seiscientos, situándolos en el centro del escenario barroco europeo.