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Caminantes, viajeros y...

Caminantes, viajeros y navegantes en mesoamérica y el pacífico norte

  • Año de edición 2020
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América no tenía animales de tiro y por tanto los pueblos originarios no usaron la rueda como medio de transporte. Muchas de aquellas culturas construyeron sus ciudades con tecnología de la edad de piedra y sin el uso de metales. Pese a todo, los pueblos americanos, y más concretamente los mesoamericanos y del Pacífico norte, no dejaron de moverse, de caminar, navegar y desplazarse por motivos diversos, como el intercambio de bienes a larga distancia, el matrimonio por intereses políticos, las peregrinaciones a santuarios, la asistencia a torneos de juegos de pelota, las grandes migraciones por hambruna, sequía o catástrofes, las mismas campañas bélicas y sus concomitantes misiones de espionaje, o la visita de miembros de las élites a las cortes de otros gobernantes, ya sea por motivos diplomáticos o para recibir la investidura de señores más poderosos. La accidentada geografía del Nuevo Mundo, plagada de sierras escarpadas, volcanes, glaciares permanentes, bosques tropicales, desiertos inclementes, esteros, manglares y pantanos, ríos impetuosos, grandes lagos, felinos y otros animales peligrosos, insectos y reptiles ponzoñosos, se combina con las prodigiosas distancias y una geología sísmica constantemente amenazada por tormentas y huracanes, entorno natural que albergaba innumerables lenguas y costumbres humanas. En estas condiciones los comerciantes eran a la vez políglotas y diplomáticos armados, o bien espías expertos en disfraces, quienes consultaban sus libros de pronósticos y augurios en busca de la guía de los dioses y que, mediante grandes aparatos logísticos, transportaban copiosas riquezas sobre las espaldas de rudos cargadores o en diestras embarcaciones que desafiaban las corrientes fluviales o marinas. Una de ellas fue encontrada mar adentro en el Golfo de Honduras por Cristóbal Colón en su viaje de 1502, quien se impresionó de su riqueza y capacidad, tal y como lo recogió en uno de sus diarios. Erik Velásquez García, IIE, UNAM, Ciudad de México.

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América no tenía animales de tiro y por tanto los pueblos originarios no usaron la rueda como medio de transporte. Muchas de aquellas culturas construyeron sus ciudades con tecnología de la edad de piedra y sin el uso de metales. Pese a todo, los pueblos americanos, y más concretamente los mesoamericanos y del Pacífico norte, no dejaron de moverse, de caminar, navegar y desplazarse por motivos diversos, como el intercambio de bienes a larga distancia, el matrimonio por intereses políticos, las peregrinaciones a santuarios, la asistencia a torneos de juegos de pelota, las grandes migraciones por hambruna, sequía o catástrofes, las mismas campañas bélicas y sus concomitantes misiones de espionaje, o la visita de miembros de las élites a las cortes de otros gobernantes, ya sea por motivos diplomáticos o para recibir la investidura de señores más poderosos. La accidentada geografía del Nuevo Mundo, plagada de sierras escarpadas, volcanes, glaciares permanentes, bosques tropicales, desiertos inclementes, esteros, manglares y pantanos, ríos impetuosos, grandes lagos, felinos y otros animales peligrosos, insectos y reptiles ponzoñosos, se combina con las prodigiosas distancias y una geología sísmica constantemente amenazada por tormentas y huracanes, entorno natural que albergaba innumerables lenguas y costumbres humanas. En estas condiciones los comerciantes eran a la vez políglotas y diplomáticos armados, o bien espías expertos en disfraces, quienes consultaban sus libros de pronósticos y augurios en busca de la guía de los dioses y que, mediante grandes aparatos logísticos, transportaban copiosas riquezas sobre las espaldas de rudos cargadores o en diestras embarcaciones que desafiaban las corrientes fluviales o marinas. Una de ellas fue encontrada mar adentro en el Golfo de Honduras por Cristóbal Colón en su viaje de 1502, quien se impresionó de su riqueza y capacidad, tal y como lo recogió en uno de sus diarios. Erik Velásquez García, IIE, UNAM, Ciudad de México.
  • Formato
    Impreso
  • Estado
    Nuevo
  • Isbn
    978-84-1377-278-3
  • Peso
    0.34 kg.
  • Tamaño
    17 x 24 cm.
  • Número de páginas
    188
  • Año de edición
    2020
  • Edición
    1
  • Encuadernación
    Rústica
  • Referencia
    DYK11142
  • Colección
  • Código de barras
    9788413772783