Puerto de entrada a buena parte de las Indias, las ciudades de Tierra Firme prosperaron hasta constituirse en sólidas llaves del Imperio Español. Sus zonas circundantes sirvieron de campo de experimentación para el sistema de trabajo más importante de la Colonia temprana: la encomienda. Esta arrastró a las comunidades indígenas a la protección de individuos civiles, llamados encomenderos, quienes a cambio de un tributo recibieron la misión de establecer el orden, vigilando la vida cotidiana de sus encomendados y velando por su adaptación al sistema religioso y político de la España imperial. Pleitos, demandas y juicios revelan que muchos encomenderos fueron mujeres.