A muchos nos causa perplejidad —escribe el autor— el entusiasmo con que muchos occidentales acogen o reinterpretan a su manera doctrinas y enseñanzas ajenas por completo a las más elementales exigencias de racionalidad y verificabilidad, porque no entendemos el doble rasero con el que se miden las extravagancias religiosas dependiendo de su procedencia geográfica. No comprendos por qué extraña razón debemos atribuir una sabiduría inmemorial y primigenia a los habitantes del Tíbet o Nepal y no hacer lo propio con un pastor de los montes de Albarracín. En este libro podemos ver una crítica al budismo oriental desde sus orígenes y su filosofía.