Un rasgo significativo de la conciencia moderna es la preocupación por el mundo interior, lo que Bernard Lonergan llama el «desplazamiento hacia la interioridad» y con ello un vivo interés por la meditación y el misticismo. Pero en la experiencia religiosa, escribe el autor de esta obra, la meditación es fundamentalmente un saborear el enamoramiento incondicional y sin restricciones. Esto significa que lo que confiere carácter religioso a la meditación es la dimensión del amor.