La asociación militar es acaso la más conspicua de las relaciones internacionales urdidas en el marco de la expansión de la República romana por el Mediterráneo, tras el triunfo de la potencia itálica sobre Cartago en la Primera Guerra Púnica. Desde la convergencia puntual de fuerzas ante amenazas apremiantes hasta la formación de grandes ententes fraguadas sobre complejas redes de alianza reactivadas en el tiempo, fluctuando así pues entre la praxis guerrera y la diplomática, múltiples pueblos y estados visitados por el imperium de Roma han sabido articular estrategias de defensa y construcción suprapolítica amparadas en la conjunción de ejércitos coaligados.