Este ensayo tiene como propósito estudiar la tutela de los derechos del consumidor y, en particular, el papel del consentimiento como eje de la garantía de tales derechos. En este sentido, resulta de gran utilidad dirigir la tutela hacia el sinalagma como estructura sustancial fundante del contrato, y no entenderlo como el mero consentimiento, que en el ámbito del consumo se ha reducido a la aceptación o no del consumidor a contratar. Este cambio de concepción supone reconducir el derecho del consumidor a las categorías generales de protección propias del sistema contractual, como una relación más que justifica la protección de la parte débil. Por esto, en este ensayo se reconoce que el contrato del consumidor está sometido a las exigencias de equilibrio, de información, de asesoría, de prohibición de cualquier tipo de abuso que resultan de la posición dominante de quien posee mayores poderes negociales, etc. En efecto, los autores realizan una relectura de una de estas exigencias: el deber de información, como un remedio que contribuye a la formación del consentimiento válido y a la correcta ejecución de las prestaciones del contrato, lo cual redunda en relaciones negociales justas y equilibradas.