«España es un Estado social y democrático de derecho». Si hoy abordásemos en España un proceso constituyente no habría dudas sobre cómo definir nuestra forma de Estado: lo haríamos del mismo modo en que lo hace el art. 1.1 de la Constitución de 1978, y atribuyendo a cada uno de los tres elementos de la fórmula un significado sustancialmente equivalente al inicial. Sin embargo, las condiciones ambientales del Estado Constitucional han empeorado apreciablemente en los últimos años, aquí y fuera de aquí. El fuerte impacto de la crisis económica de 2008, la primera de la globalización, dejó una huella de inseguridad y malestar en nuestras democracias que ha alentado la emergencia de fuerzas políticas de signo nacionalista, autoritario o populista, en sentido contrario al designio histórico del proyecto ilustrado en el que anidó el constitucionalismo. En España, dejamos atrás el cuarenta aniversario de la Constitución tras haber vivido un muy grave episodio que afecta al modelo territorial, a la convivencia, y con la incómoda sensación de estar poco menos que condenados a no poder actualizar elementos del pacto constituyente. No se puede cumplir la Constitución sin respetar su espíritu, y este es incompatible con una confrontación política permanente que ponga seriamente en riesgo la función de integración que aquella aspira a cumplir. Para poder valorar los cambios que puedan estar incoándose, hay que tener bien presente no sólo donde estamos sino también de dónde venimos. Éste es un texto diseñado con la pretensión de ser útil a los alumnos de Derecho Constitucional, al servicio de un programa académico que cree en un Derecho Constitucional vivo, que gravita sobre una realidad viva, abierto a encauzarla, como rama del ordenamiento, y también a entenderla mejor, como saber jurídico un tanto promiscuo que es, tan dado a husmear en el terreno de otras ciencias sociales. Y es, en fin, un texto elaborado por profesores que aún conservan intacta la curiosidad por aprender y