Siendo como es la cocina una actividad de la que los humanos dependemos, bueno es que la escuela se fije en ella, sin distinción de edades ni sexos, y no solo con la intención de enseñar al alumnado a saciar el apetito de forma sana y equilibrada. La cocina puede ser una fuente inagotable de actividades, observaciones, deducciones, decisiones a las que el alumno se acerque con interés ya que el resultado suele ser inmediato y a menudo gratificante. Si cada vez está más claro que somos, en buena parte, aquello que comemos, enseñar a cocinar no deja de ser una forma de educar para un futuro mejor, más placentero y más autónomo.