Una educación que se desentiende de formar para la vida y el vivir humano, que se centra, sobre todo, en la transmisión de contenidos orientados al ejercicio profesional, difícilmente va a poder contribuir a solventar los graves problemas que afectan a nuestra sociedad. Esa educación «profesionalizadora» deja prácticamente en manos del caos existencial el futuro de las personas y de las sociedades. Porque tomar conciencia del contexto social en que se vive y de lo que significa «pensar», «sentir» o «comunicar», en definitiva, autoconocerse, es, como ya dijera Rousseau, esencial para la formación de las personas y el desarrollo de su autonomía responsable.