Si a Odiseo siempre le será posible retornar a Ítaca, no así al proceloso viajero de nuestro tiempo. Momento marcado por el desleimiento y la desposesión de todo mito. Ausencia de arquitecturas de la imaginación que le protejan de toparse, en el espejo en que se mire, con su rostro desnudo: el pavoroso rostro de medusa. Gravitado por esta cuestión, el hablante lírico de Desvío, desasido, por instantes, de todos los protocolos ideológicos de reconocimiento, alcanza la constatación de un permanente estado de fuga de las cosas, una epifanía de lo real: todo es incertidumbre y oscilación. Rómulo Bustos Aguirre