El autor, con todo derecho, se erige como testigo y actor de nuestro tiempo. Al rememorar sus orígenes, su familia, sus maestros, colegas y amigos, nos convierte en partícipes de acontecimientos fundamentales en la historia del México contemporáneo, como el movimiento médico de 1965, el terremoto de 1985, o su participación en programas de salud pública trascendentales. Es por momentos cronista de la ciudad de México y crítico no sólo de otros, sino de él mismo, desde la perspectiva de un médico humanista que ha tenido que convivir, sobrevivir y cuando fue posible vencer la estulticia de funcionarios, líderes sindicales y políticos.