Es común encontrar valiosas antologías en las que se elige lo mejor de la ensayística latinoamericana, pero, en general, queda olvidada la valoración estrictamente literaria de nuestros ensayistas más sobresalientes. Nuestros mejores pensadores han sido también excelentes escritores. Aunque esa circunstancia ocurre desde los años más tempranos de la independencia, el siglo XX la lleva a su ápice. Tal vez, la renovación debida al modernismo es la que hace de nuestros ensayistas de este siglo cercano, brillantes sintetizadores del pensamiento y la literatura.