«La piel en pena» es un poemario hecho de personas, ámbitos, aromas, visiones e intuiciones dotadas algunas de una hermética metaforización y otras de un decible poético que se sabe derrotado por la contundencia de la palabra cotidiana, aquella que hablan las víctimas y los verdugos, los vivos y los ausentes; en fin, los seres y los objetos que colman la «fosa» del poema. Para decirlo con uno de sus poemas, «Inventario de un perito en fosas», este libro es un rudo, descarnado y triste «inventario» de aquello que la «fosa común» podría alojar, por ejemplo, en un país como Colombia, evocado aquí por sus ríos temiblemente cargados, por sus símbolos henchidos de desolación y de muerte.