En este libro, Verónica Zondek amplía el espectro de su viaje apocalíptico por un mundo deshumanizado a través de la descripción de los valles-cuerpos, los valles-ciudades, los valles-estados de ánimo o los valles-historia. Tiempo, espacio, cuerpo, geografía e historia se concentran en los diversos símbolos del valle, como realidad desencajada de una auscultación visual que va de lo pétreo a lo fluido, de la piedra al cuerpo, de lo óseo al baile de la creación, de la vida a la muerte. Se trata de una nueva vuelta de tuerca, para una obra que no ofrece concesiones: -Me quedo. Envuelta en el aire me quedo… Y, / aunque reine el sol/ cae la oscuridad-.