"Cuando el vacío apareció ante nosotros, como lienzo primigenio, deseamos mirar". Aquí comienza (y termina) todo. Cuando leemos estas estrofas de inicio, el vacío se llena, la obra se concreta y el milagro se produce. Hay quien sostiene que la belleza es un bien eterno, podría aseverar que en este trabajo su evidencia es palpable. Este libro de artistas contiene poesía y dibujos, pero transpira belleza. A cada paso, la imagen y el texto se unen, se acarician, juegan y, más de una vez, nos dejan sin aliento. La simpleza es solo aparente. Las páginas conmueven. Sin proponérselo siquiera, nos hacen transitar un tiempo sin tiempo donde todo resulta gozoso en su regodeo, bello en su síntesis y generoso en esa luminosidad. Abordar esta obra fue sorprenderme emocionada, encontrando por momentos una perfecta sinergia entre la palabra escrita y la imagen. Cosa difícil en estos tiempos urgentes. Acá, la contemplación invita a un juego cadencioso que simplemente nos acompaña de un lado al otro, encajando, potenciando, a veces también lastimando. Las palabras flotan, los dibujos expresan, acompañan y cortejan amorosamente a sus compañeras. El resultado es sólido y sugerente. Oroboro dice "origen y destino, eterno circular". Tal vez, sin proponérselo, sea la más precisa síntesis, a través de la innegable comunión entre palabra e imagen. Si la búsqueda de toda obra es la belleza, Rocalviento alcanza con holgura esa meta. Al fin y al cabo, lo que se siente al mirarla es, por un momento, la efímera inmortalidad. Nora Rodríguez Licenciada en Artes - Curadora