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Silvia Infantas
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No es aventurado afirmar que la mayoría de los chilenos ha escuchado al menos una vez, y es posible que muchas veces, la voz de Silvia Infantas. Como tampoco es arriesgado aseverar que esa misma mayoría la ha oído cantar sin saber a quién pertenece esa voz. Es casi una garantía: Silvia Infantas será escuchada con certeza, y a gran escala, al menos una vez al año en nuestro país. Su canto, cuando lleguen las fiestas dieciocheras, se oirá en fondas y ramadas, en programas de radio y matinales de televisión, pero además en el sonido ambiente de restaurantes y malls, en ascensores y pasillos de supermercado, en salas de espera y música de centrales telefónicas, en ceremonias municipales y actos escolares, en fiestas criollas y semanas de la chilenidad. En septiembre, la "música de fondo" dicta un repertorio de tonadas, cuecas y canciones tradicionales. Y pocos como Silvia Infantas aportaron tanto a ese cancionero nacional. Esta es la mujer que, con su primer conjunto, Los Baqueanos, cantó "Tonadas de Manuel Rodríguez" y cuecas como "La rosa y el clavel", "Los lagos de Chile", "La chiquilla que baila" y "El marinero". Y con su segundo grupo, Los Cóndores, canciones inmortales, como "La consentida", "Adiós, Santiago querido", "Si vas para Chile", "Mi banderita chilena", "Cantarito de greda", "Camino de luna", "Bajando pa' Puerto Aysén" o "La parva de paja". Silvia Infantas no solo cantó todo eso con gran éxito en su día. Lo sigue cantando hoy. Retirada como está desde que hace casi medio siglo abandonó todo escenario, es sin embargo su voz la que está fijada en la memoria discográfica chilena: prensada en esos discos originales de acetato o vinilo, multiplicada en el nuevo siglo por efecto de dispositivos y plataformas digitales. La suya es la historia de una diva de la canción chilena de su tiempo. Es la última estrella de la constelación de cantantes en la que antes de ella brillaron nombres como Ester Soré, Carmencita Ruiz, Margarita Alarcón, Las Morenitas y tantas otras. Y en último término ese doble rasgo –celebridad y anonimato– es también la mejor definición para su trayectoria: entre el misterio de su temprano retiro y el esplendor con que se inscribió para siempre en la historia de la música popular chilena.


No es aventurado afirmar que la mayoría de los chilenos ha escuchado al menos una vez, y es posible que muchas veces, la voz de Silvia Infantas. Como tampoco es arriesgado aseverar que esa misma mayoría la ha oído cantar sin saber a quién pertenece esa voz. Es casi una garantía: Silvia Infantas será escuchada con certeza, y a gran escala, al menos una vez al año en nuestro país. Su canto, cuando lleguen las fiestas dieciocheras, se oirá en fondas y ramadas, en programas de radio y matinales de televisión, pero además en el sonido ambiente de restaurantes y malls, en ascensores y pasillos de supermercado, en salas de espera y música de centrales telefónicas, en ceremonias municipales y actos escolares, en fiestas criollas y semanas de la chilenidad. En septiembre, la "música de fondo" dicta un repertorio de tonadas, cuecas y canciones tradicionales. Y pocos como Silvia Infantas aportaron tanto a ese cancionero nacional. Esta es la mujer que, con su primer conjunto, Los Baqueanos, cantó "Tonadas de Manuel Rodríguez" y cuecas como "La rosa y el clavel", "Los lagos de Chile", "La chiquilla que baila" y "El marinero". Y con su segundo grupo, Los Cóndores, canciones inmortales, como "La consentida", "Adiós, Santiago querido", "Si vas para Chile", "Mi banderita chilena", "Cantarito de greda", "Camino de luna", "Bajando pa' Puerto Aysén" o "La parva de paja". Silvia Infantas no solo cantó todo eso con gran éxito en su día. Lo sigue cantando hoy. Retirada como está desde que hace casi medio siglo abandonó todo escenario, es sin embargo su voz la que está fijada en la memoria discográfica chilena: prensada en esos discos originales de acetato o vinilo, multiplicada en el nuevo siglo por efecto de dispositivos y plataformas digitales. La suya es la historia de una diva de la canción chilena de su tiempo. Es la última estrella de la constelación de cantantes en la que antes de ella brillaron nombres como Ester Soré, Carmencita Ruiz, Margarita Alarcón, Las Morenitas y tantas otras. Y en último término ese doble rasgo –celebridad y anonimato– es también la mejor definición para su trayectoria: entre el misterio de su temprano retiro y el esplendor con que se inscribió para siempre en la historia de la música popular chilena.
  • Formato
    Ebook
  • Estado
    Nuevo
  • Isbn
    9789563651881
  • Peso
    4.6 MB
  • Número de páginas
    214
  • Idioma
    Español
  • Formato
    EPUB
  • Protección
    DRM
  • Referencia
    BKW40166

David Ponce

Autor

David Ponce. Barcelona, 1968. Máster en Osteopatía y diplomado en Fisioterapia por la Universidad Autónoma de Barcelona, no ha parado de investigar nuevos caminos en busca de una visión multidisciplinar e integrada de la medicina natural. Dietética y nutrición, homeopatía, medicina tradicional china y ayurvédica y un largo etcétera se suman a los estudios que configuran su particular visión holística de la salud, indagando respuestas más allá de las aulas y preocupándose por lograr el bienestar físico y emocional. Ponce combina el cuidado de vértebras, músculos y fibras con el de las emociones, pasiones y pensamientos de sus pacientes. Fundador en Barcelona de una de las principales clínicas especializadas en Osteopatía, su interés por fomentar la normalización e investigación de la medicina natural le llevó a formar parte de la comisión de expertos de medicinas alternativas de la Generalitat de Catalunya. David Ponce compagina su práctica profesional con la formación de nuevos especialistas. Organiza, dirige e imparte clases para universidades en numerosos cursos y simposios nacionales e internacionales, además de colaborar con el Centro de Alto Rendimiento Deportivo de Sant Cugat (CAR)