En sus primeros inicios del fragor de las independencias, quizás se haya construido una historia de estos acontecimientos un tanto simplista, dogmática, triunfalista, elitista y muy excluyente. Hoy comenzamos a comprender que la independencia jurídico-política es absolutamente insuficiente para que esta experiencia sea el signo de una nueva realidad política, cultural y social. No basta con derrotar y expulsar del territorio en disputa a quienes injustamente nos han invadido. La independencia requiere unos planteamientos más radicales que afectan al vivir, al conocer y al sentir.