Nadie le explica al juez cómo valorar la prueba. No es suficiente decirle que aplique las «máximas de experiencia» o remitirle al uso de su «sana crítica». . Ello no sólo desorienta, lógicamente, a la justicia, sino también a los abogados, que sólo con gran esfuerzo logran adivinar qué es aquello que puede convencer, o al menos persuadir, a un juez. Este libro intenta establecer las bases para una correcta actividad de valoración de la prueba, incidiendo tanto en la formación, actualmente muy deficiente, del jurista en este terreno, como en el mantenimiento de la imparcialidad judicial.