La necropolítica (del griego -necro-, muerte) del neoliberalismo no necesita armas para matar a los excluidos. Mediante sus políticas, los cuerpos que estorban viven muertos en vida o se les deja morir porque no son rentables. Pero como no es suficiente con mantenerlos sin acceso a comida, a techo o a atención sanitaria, se desarrollan políticas y formas de violencia discreta que aceleran su muerte y que aseguran que estén al límite de la vida. Porque aún desde su exclusión, desde los espacios -intermedios- en los que habitan, los marginados son una amenaza. Sin proponérselo, esos cuerpos resonantes actúan como altavoces que ponen en evidencia todas las injusticias del neoliberalismo.