Tomarse seriamente la religión —se sea religioso o no— es un signo de respeto a la realidad. Más aún teniendo en cuenta que la religión, como todas las grandes experiencias humanas, es capaz de lo más eminente y de lo más deficiente. Este libro quiere ser un homenaje a la religión bien constituida y un antídoto contra la religión degradada. Porque una manifestación religiosa digna, culturalmente compatible e intelectualmente cualificada, puede ser un referente interesante y sugerente del eterno y difícil vislumbre de Dios.