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Los antiguos griegos despreciaban a los ciudadanos llamados idiotikós o privados. Egoístas e ignorantes, indiferentes a la actividad política, constituían un peligro para la democracia. Según muestran las encuestas, los ciudadanos actuales somos unos idiotas superlativos. Los políticos, ante esa circunstancia, cabecean con gesto grave y desaprobatorio. Como si les pareciera mal. Pero no nos engañemos. Componen el gesto. No les sorprenden ni, en el fondo, les desagradan los ciudadanos idiotas. Por eso recibieron con irritación –superada la perplejidad– el 15-M.
Los antiguos griegos despreciaban a los ciudadanos llamados idiotikós o privados. Egoístas e ignorantes, indiferentes a la actividad política, constituían un peligro para la democracia. Según muestran las encuestas, los ciudadanos actuales somos unos idiotas superlativos. Los políticos, ante esa circunstancia, cabecean con gesto grave y desaprobatorio. Como si les pareciera mal. Pero no nos engañemos. Componen el gesto. No les sorprenden ni, en el fondo, les desagradan los ciudadanos idiotas. Por eso recibieron con irritación –superada la perplejidad– el 15-M.
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FormatoImpreso
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EstadoNuevo
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Isbn978-84-15216-70-4
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Peso0.35 kg.
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Tamaño15 x 22 cm.
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Número de páginas244
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Año de edición2013
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Edición1
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EncuadernaciónRústica
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ReferenciaMON10220
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Colección
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Código de barras9788415216704