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Hasta pronto, pues, y hasta...

Hasta pronto, pues, y hasta siempre. Cartas, 1955-1990

  • Año de edición 2020
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La colaboración entre Elena Croce y María Zambrano, nacida tal vez de uno de esos impulsos tan propios de Elena, que siempre estaba dispuesta a ayudar a quienes estimaba y quería (“No tenía límites a la hora de hacer favores a los amigos o a las personas que se hallaban en dificultades”), fructificó rápidamente en un intercambio epistolar recíproco, activo y fecundo. Fue una asociación que se prolongó durante más de veinte años, generándose en gran medida, más allá de los trabajos publicados, gracias a las páginas de es-tas cartas. De hecho, en ellas circula información, consejos de lectura, ideas; intuiciones que acaban madurando en proyectos, y proyectos que toman forma gracias a las observaciones mutuas y a la confianza recíprocamente establecida. […] “La amistad no necesita una historia oficial”, escribe Elena Croce. Y una tiene la impresión de que ha de ser sumamente discreta al entrar en las habitaciones más íntimas de esta correspondencia, y de que debe proceder con precaución para no romper la delicada transparencia, la filigrana fina, la ligera pero sólida textura de los objetos con que las dos escritoras decoraron su amistad: el sentido de la medida, el sutil equilibrio entre lo que se dice y lo que no se dice; la delicadeza y el pudor de lo que se insinúa. El hecho de compartir las historias personales se beneficia en este caso del toque ligero de una presencia solícita pero nunca invasiva, de la profunda conciencia de las fragilidades o de las heridas que no es necesario hacer explícitas, de la sabia administración del gesto o de las palabras que tranquilizan, animan, motivan.» Elena Laurenzi


La colaboración entre Elena Croce y María Zambrano, nacida tal vez de uno de esos impulsos tan propios de Elena, que siempre estaba dispuesta a ayudar a quienes estimaba y quería (“No tenía límites a la hora de hacer favores a los amigos o a las personas que se hallaban en dificultades”), fructificó rápidamente en un intercambio epistolar recíproco, activo y fecundo. Fue una asociación que se prolongó durante más de veinte años, generándose en gran medida, más allá de los trabajos publicados, gracias a las páginas de es-tas cartas. De hecho, en ellas circula información, consejos de lectura, ideas; intuiciones que acaban madurando en proyectos, y proyectos que toman forma gracias a las observaciones mutuas y a la confianza recíprocamente establecida. […] “La amistad no necesita una historia oficial”, escribe Elena Croce. Y una tiene la impresión de que ha de ser sumamente discreta al entrar en las habitaciones más íntimas de esta correspondencia, y de que debe proceder con precaución para no romper la delicada transparencia, la filigrana fina, la ligera pero sólida textura de los objetos con que las dos escritoras decoraron su amistad: el sentido de la medida, el sutil equilibrio entre lo que se dice y lo que no se dice; la delicadeza y el pudor de lo que se insinúa. El hecho de compartir las historias personales se beneficia en este caso del toque ligero de una presencia solícita pero nunca invasiva, de la profunda conciencia de las fragilidades o de las heridas que no es necesario hacer explícitas, de la sabia administración del gesto o de las palabras que tranquilizan, animan, motivan.» Elena Laurenzi
  • Formato
    Impreso
  • Estado
    Nuevo
  • Isbn
    978-84-17830-89-2
  • Peso
    0.71 kg.
  • Tamaño
    17 x 24 cm.
  • Número de páginas
    368
  • Año de edición
    2020
  • Edición
    1
  • Encuadernación
    Rústica
  • Referencia
    PRC10083
  • Colección
  • Código de barras
    9788417830892
María Zambrano

María Zambrano

Autor

Hija de Blas Zambrano, maestro nacional, amigo de Machado y uno de los paradigmas del humanismo español de comienzos del siglo XX, nació en Vélez-Málaga en 1904. Tras la primera infancia pasada en su lugar natal, años y entorno que considerará luego decisivos para el posterior surgimiento de su vocación filosófica, vivirá en Madrid, Segovia, y de nuevo en la capital, donde será discípula de Ortega y Gasset y uno de los polos juveniles de la renovación cultural en torno a 1930. Durante la guerra civil española, y desde Madrid, Chile, Valencia y Barcelona,escribió y participó muy activamente en múltiples actividades culturales a favor de la República, siendo integrante del nuevo humanismo de la revista Hora de España. Su obligado exilio comenzó en 1939 y transcurrirá en un constante vaivén entre Europa y América. Regresa a España en 1984, instalándose definitivamente en Madrid. Desarrolla entonces una renovada actividad, rodeada y ayudada por sus amigos, y en 1988 le es concedido el premio Cervantes. Muere en 1991.