Esmeralda nos enseña la existencia de otros tiempos, donde lo previsible y la antelación echan por tierra a la vorágine y a los cambios imprevistos en el cotidiano, sobre todo en las grandes ciudades. Al mismo tiempo invita a considerar que hay otros modos de aprendizajes, de comunicarse y de acercarse a un otro para socializar. Durante el naufragio de su trayectoria escolar, desde el Nivel Inicial hasta la llegada a Primer Grado, para luego realizar el pasaje a un Centro Educativo Terapéutico, lleva a pensar y repensar las estrategias y dinámicas que deben ponerse en juego para abordar los eventos que más hacen "ruido" en la escuela, que son las conocidas "conductas disruptivas". La historia de Esmeralda es similar a la de muchos niños y niñas con autismo que se enfrentan a las vallas burocráticas de las instituciones escolares. El recorrido da cuenta de que la tarea es ardua. Se trata de perseverar, día a día, y hacer que la frustración no gane la partida. O, al menos, no todas las partidas. Posiblemente, algunas de estas palabras resonarán si se encuentra acompañando, de algún modo (familias, terapeutas, docentes, APND, entre otros) a un niño o una niña dentro de los llamados Trastornos del Espectro Autista. 06:30 am. Suena la alarma. Una nena se prepara para levantarse e ir al Jardín. Llora, grita, patalea. No quiere cambiarse ni peinarse.