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Derecho penal general

Derecho penal general

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Quien piense que esta tarea se reduce a sintetizar algunos conceptos fundamentales, bien puede creer también que es labor sencilla. Pero quien tome en serio la necesidad de transmitir conocimientos y al mismo tiempo adquirirlos en el diálogo ingenuo con estudiantes, la hallará sumamente complicada, mucho más incluso que escribir un extenso tratado, donde el enciclopedismo puede ocultar el desconcierto. La dificultad aparece, en primer término, en cuanto a qué enseñar. Otrora, las teorías aparecían claras y bien formuladas; hoy aparecen mucho más confusas y numerosas. Otrora, la propia legislación penal respondía a técnicas depuradas; hoy las leyes penales responden a agendas mediáticas de políticos asustados. Otrora, los teorizadores partían de posiciones filosóficas definidas; hoy suelen asentarse en fondos filosóficos pantanosos. En segundo lugar, el docente de derecho penal se encuentra frente a un alumnado que ya sabe. El simplismo televisivo y el terrorismo mediático le ha proporcionado un conocimiento penal y criminológico previo, que por fortuna no tiene el estudiante de otras ramas del saber jurídico. La criminología mediática de comunicadores que responden a los intereses corporativos transnacionales, hace que el estudiante llegue cargado de prejuicios e ideas autoritarias y premodernas, como también de estereotipos que resumen las discriminaciones de toda sociedad. Por último, se plantea la cuestión de cómo hacerlo. La cultura del mensaje corto y de la imagen cunde entre los jóvenes, no hay paciencia para la lectura densa o simplemente extensa. No se trata de simplificar y adaptarse a esta forma de comunicación, descartando la lectura más pesada, sino de encarar la manera de llegar a ella, para lo cual el docente debe generar previamente el interés, crear una curiosidad que motive el esfuerzo de adentrarse en los textos más complejos.

Quien piense que esta tarea se reduce a sintetizar algunos conceptos fundamentales, bien puede creer también que es labor sencilla. Pero quien tome en serio la necesidad de transmitir conocimientos y al mismo tiempo adquirirlos en el diálogo ingenuo con estudiantes, la hallará sumamente complicada, mucho más incluso que escribir un extenso tratado, donde el enciclopedismo puede ocultar el desconcierto. La dificultad aparece, en primer término, en cuanto a qué enseñar. Otrora, las teorías aparecían claras y bien formuladas; hoy aparecen mucho más confusas y numerosas. Otrora, la propia legislación penal respondía a técnicas depuradas; hoy las leyes penales responden a agendas mediáticas de políticos asustados. Otrora, los teorizadores partían de posiciones filosóficas definidas; hoy suelen asentarse en fondos filosóficos pantanosos. En segundo lugar, el docente de derecho penal se encuentra frente a un alumnado que ya sabe. El simplismo televisivo y el terrorismo mediático le ha proporcionado un conocimiento penal y criminológico previo, que por fortuna no tiene el estudiante de otras ramas del saber jurídico. La criminología mediática de comunicadores que responden a los intereses corporativos transnacionales, hace que el estudiante llegue cargado de prejuicios e ideas autoritarias y premodernas, como también de estereotipos que resumen las discriminaciones de toda sociedad. Por último, se plantea la cuestión de cómo hacerlo. La cultura del mensaje corto y de la imagen cunde entre los jóvenes, no hay paciencia para la lectura densa o simplemente extensa. No se trata de simplificar y adaptarse a esta forma de comunicación, descartando la lectura más pesada, sino de encarar la manera de llegar a ella, para lo cual el docente debe generar previamente el interés, crear una curiosidad que motive el esfuerzo de adentrarse en los textos más complejos.
  • Isbn
    4099995591255
  • Peso
    4.8 MB
  • Número de páginas
    592
  • Idioma
    Español
  • Formato
    PDF
  • Protección
    DRM
  • Referencia
    BKW147526