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El poeta Rainer Maria Rilke tuvo, durante muchos años, aversión a la música. La tuvo porque vio en la música una seducción que podía sustraerle de su verdadera tarea, la tarea poética. Y la tuvo también porque consideraba incompatibles la música y la poesía: la poesía tiene su propia música, y nunca debe superponerse a ella ninguna melodía —por eso prohibió enérgicamente que se pusiera música a sus versos—. Sin embargo, en los últimos años de su vida tuvo varias vivencias que le aproximaron a la música: la lectura de Fabre d’Olivet, el clavecín de Wanda Landowska, la amistad con el compositor Ferruccio Busoni…
El poeta Rainer Maria Rilke tuvo, durante muchos años, aversión a la música. La tuvo porque vio en la música una seducción que podía sustraerle de su verdadera tarea, la tarea poética. Y la tuvo también porque consideraba incompatibles la música y la poesía: la poesía tiene su propia música, y nunca debe superponerse a ella ninguna melodía —por eso prohibió enérgicamente que se pusiera música a sus versos—. Sin embargo, en los últimos años de su vida tuvo varias vivencias que le aproximaron a la música: la lectura de Fabre d’Olivet, el clavecín de Wanda Landowska, la amistad con el compositor Ferruccio Busoni…
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FormatoImpreso
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EstadoNuevo
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Isbn978-84-9879-665-0
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Peso0.19 kg.
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Tamaño15 x 23 cm.
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Número de páginas112
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Año de edición2016
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Edición1
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EncuadernaciónRústica
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ReferenciaTRC10374
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Colección
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Código de barras9788498796650