En los últimos treinta años el videoarte ha superado ampliamente las expectativas de sus primeros artistas y teóricos. Nacido como crítica a la televisión y medio opuesto a las formas pictóricas tradicionales, inicialmente estuvo rodeado de una promesa utópica que hizo creer a los artistas en una verdadera democratización del arte. Hoy ha alcanzado una sofisticación técnica y una importancia estética sólo imaginable en los años sesenta. Tony Oursler ha sido una de las figuras más relevantes de la evolución del medio, en un momento crucial en que la pantalla del televisor ya no era capaz de contener el desarrollo potencial del vídeo.