Seguramente, hasta hoy no creía que no aumentará de peso ni se achicará al aumentar la velocidad de la nave, ni que lo que es ahora para usted ya pasó para Fulano y aún no ocurrió para Zutano, ¿verdad? Desengáñese, porque el autor de este libro, nada menos que profesor de astrofísica relativista y autoridad mundial en agujeros negros y otros portentos, le hará dudar de todo eso (del prólogo de Mario Bunge). Como Borges —escribe el autor—, he sentido que el del tiempo es el problema esencial de la metafísica de Occidente. Lo he estudiado durante más de 30 años. Me convertí en físico relativista por este problema. Y jamás rechacé la metafísica, como otros colegas, que, borrachos de ignorancia, desprecian lo que ignoran. Estudié lógica, semántica, ontología, epistemología. A veces los medios se transformaron en fines, y publiqué abundantemente filosofía. Siempre fui un outsider: un científico para los filósofos, un astrónomo para los físicos, un físico para los astrónomos. No me quejo: me evité lo peor de todos esos mundos.