Se ha hablado mucho de la Globalización y de sus efectos en la economía, la política o la cultura. Pero se habla mucho menos de cómo aquélla puede manejarse de una manera más democrática. La reciente crisis financiera y económica global no ha hecho sino poner de mayor relevancia si cabe la necesidad de repensar un proceso que parece haberse ido de las manos a los propios gobiernos, a las grandes corporaciones y, sobre todo, a los ciudadanos. Lo cierto es que el planeta sufre males de difícil solución: concentración de poder financiero y mediático, degradación medioambiental, explosión demográfica, pobreza y violencia.