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El idiota. Seguido de...

El idiota. Seguido de ensayos de: Clément Rosset, Walter Benjami, José Luis Pardo, Chantal Maillard, Ignacio Castro Rey

  • Año de edición 2019
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COP $ 75.000 25% de descuento

Dejado, abandonado de todos y de sí mismo, va el idiota. No se encamina hacia nada; la línea recta le es desconocida, y, pues que no va propiamente a ninguna parte, no tiene camino. Anda siempre dando vueltas; su moverse es un girar. Cuando quieto mueve casi imperceptiblemente la cabeza, lo hace en redondo también, y no en ese movimiento pendular de abajo arriba, en que cae la cabeza del hombre que no está haciendo nada, que alza la cabeza y la baja como atraído por una doble, contraria gravitación. El idiota debe obedecer sólo a una atracción que no se ejerce ni desde arriba ni desde abajo. Va rondando, bailando alrededor de algo, de un centro que, a veces, parece a punto de tocar, quedándose entonces inmovilizado, pasmado, con la cabeza más redonda que nunca, vuelta hacia el cielo, como si recibiera una lluvia que solamente a él le cae. (…) Serían de dibujar estos pasos del idiota entre la multitud enlaberintada. Y esa su danza, que parece merodeo a un lado y a otro de los que caminan serios sabiendo muy bien adónde van y conociendo lo que les mueve. (…) Puesto que en el idiota, tan privado de dirección, sólo la sonrisa la tiene y se abre dirigida hacia algo, despertada, atraída como le sucede al viviente en ese instante privilegiado en que coinciden amor y libertad. Suele llamársele, claro, bobería, y, a veces, idiotez, pura idiotez. Ha de ser verdad. MARÍA ZAMBRANO


Dejado, abandonado de todos y de sí mismo, va el idiota. No se encamina hacia nada; la línea recta le es desconocida, y, pues que no va propiamente a ninguna parte, no tiene camino. Anda siempre dando vueltas; su moverse es un girar. Cuando quieto mueve casi imperceptiblemente la cabeza, lo hace en redondo también, y no en ese movimiento pendular de abajo arriba, en que cae la cabeza del hombre que no está haciendo nada, que alza la cabeza y la baja como atraído por una doble, contraria gravitación. El idiota debe obedecer sólo a una atracción que no se ejerce ni desde arriba ni desde abajo. Va rondando, bailando alrededor de algo, de un centro que, a veces, parece a punto de tocar, quedándose entonces inmovilizado, pasmado, con la cabeza más redonda que nunca, vuelta hacia el cielo, como si recibiera una lluvia que solamente a él le cae. (…) Serían de dibujar estos pasos del idiota entre la multitud enlaberintada. Y esa su danza, que parece merodeo a un lado y a otro de los que caminan serios sabiendo muy bien adónde van y conociendo lo que les mueve. (…) Puesto que en el idiota, tan privado de dirección, sólo la sonrisa la tiene y se abre dirigida hacia algo, despertada, atraída como le sucede al viviente en ese instante privilegiado en que coinciden amor y libertad. Suele llamársele, claro, bobería, y, a veces, idiotez, pura idiotez. Ha de ser verdad. MARÍA ZAMBRANO
  • Formato
    Impreso
  • Estado
    Nuevo
  • Isbn
    978-84-17830-14-4
  • Peso
    0.29 kg.
  • Tamaño
    17 x 24 cm.
  • Número de páginas
    144
  • Año de edición
    2019
  • Edición
    1
  • Encuadernación
    Rústica
  • Referencia
    PRC10080
  • Colección
  • Código de barras
    9788417830144
María Zambrano

María Zambrano

Autor

Hija de Blas Zambrano, maestro nacional, amigo de Machado y uno de los paradigmas del humanismo español de comienzos del siglo XX, nació en Vélez-Málaga en 1904. Tras la primera infancia pasada en su lugar natal, años y entorno que considerará luego decisivos para el posterior surgimiento de su vocación filosófica, vivirá en Madrid, Segovia, y de nuevo en la capital, donde será discípula de Ortega y Gasset y uno de los polos juveniles de la renovación cultural en torno a 1930. Durante la guerra civil española, y desde Madrid, Chile, Valencia y Barcelona,escribió y participó muy activamente en múltiples actividades culturales a favor de la República, siendo integrante del nuevo humanismo de la revista Hora de España. Su obligado exilio comenzó en 1939 y transcurrirá en un constante vaivén entre Europa y América. Regresa a España en 1984, instalándose definitivamente en Madrid. Desarrolla entonces una renovada actividad, rodeada y ayudada por sus amigos, y en 1988 le es concedido el premio Cervantes. Muere en 1991.