- Impreso
USD $ 9,64
-Federico, como los niños, nunca perdió su capacidad de juego. En él, la imaginación se confundía con la vida misma: encuentra en las cosas todo lo primitivo y todo lo eterno a través del aire, el agua, la tierra, el fuego… Comprendió siempre a los más indefensos y a los más imaginados. A los más pequeños les llamó -la carne mínima del mundo-. Las preguntas esenciales, que suelen ser las que no tienen respuesta, casi siempre las hacen los niños. Como ellos, Federico puso siempre de manifiesto en sus poemas todo el misterio que encierra el mundo, y la extrañeza ante todo, ante todos y ante uno mismo-. Manuel Ruiz Amezcua.
-Federico, como los niños, nunca perdió su capacidad de juego. En él, la imaginación se confundía con la vida misma: encuentra en las cosas todo lo primitivo y todo lo eterno a través del aire, el agua, la tierra, el fuego… Comprendió siempre a los más indefensos y a los más imaginados. A los más pequeños les llamó -la carne mínima del mundo-. Las preguntas esenciales, que suelen ser las que no tienen respuesta, casi siempre las hacen los niños. Como ellos, Federico puso siempre de manifiesto en sus poemas todo el misterio que encierra el mundo, y la extrañeza ante todo, ante todos y ante uno mismo-. Manuel Ruiz Amezcua.
-
FormatoImpreso
-
EstadoNuevo
-
Isbn978-84-8063-678-0
-
Peso0.14 kg.
-
Tamaño14 x 20 cm.
-
Número de páginas96
-
Año de edición2013
-
Edición6
-
EncuadernaciónRústica
-
ReferenciaOCC10334
-
Colección
-
Código de barras9788480636780