¿Qué grado de connivencia tuvo el régimen de Franco con los nazis que huyeron de Alemania al final de la II Guerra Mundial? No es una novedad precisar que fue de una complicidad enorme. Muchos de ellos se instalaron sin ningún problema en España y llevaron una vida placentera, pese a ese siniestro pasado que los acompañaba por la locura ejercida durante años. Esta novela de Miguel Herráez explora, desde el plano de la ficción –una ficción con toques de ironía e incluso en ocasiones bajo un registro de cierto humor melancólico, lo que no edulcora en absoluto su severa crítica hacia el sistema represor que operaba en ese epílogo de ciclo histórico que es el tardofranquismo–, el recorrido circunstancial de uno de esos gerifaltes en la propia ciudad del protagonista, un lugar en donde no cesa de llover desde hace una semana y el agua burbujea en los canalones y moja aceras y golpea los capós de los coches y golpea también en los toldos de los comercios. Ese protagonista, joven universitario y militante de una célula política en la clandestinidad, se ve involucrado en una acción que excede sus asumidos compromisos de respuesta al Régimen y lo lanza a una situación inédita para él, una realidad mucho más aciaga de lo que podría haber sospechado en un primer momento.