En un combate frente a las fuerzas represivas, la Muerte detiene un proyectil disparado contra un Combatiente. Esta, en vez de terminar con su vida, lo lleva a un viaje al pasado, más precisamente cuando se inician las operaciones militares de la dictadura en los volcanes de Cautín. Desde la base del Ketrupillán, el Combatiente debe iniciar un ascenso para sortear la Operación “Peineta” ejecutada con el fin de barrer a los resistentes y burlar a sus enemigos. La Muerte, siempre usada como la alcahueta del Poder, se ha negado a cumplir ese destino miserable y ha iniciado una relación de amor con el Combatiente. No quiere seguir siendo la cara del terror, la pena capital, el final de todo, el objeto del odio humano. La Muerte ha decidido mostrarle a su amado que ella y la Vida deben existir siempre unidas, que la separación es la mejor arma de los poderosos, que la eternidad es una de sus pesadillas de terror. En el volcán milenario le permitirá al Combatiente reconocerse y disfrutar su verdadera naturaleza.