El silencio en la obra de Felipe García Quintero es el signo o, más exactamente, el estado permanente del umbral. El lector que llega a esa instancia tendrá siempre que poder adaptar su oído para un doble ejercicio: escuchar la palabra modulada siempre por el silencio, y al mismo tiempo escuchar un silencio que no se oye. Y para esta singular experiencia es necesario desarrollar un oído capaz de percibir la presencia auditiva de una ontológica disposición del alma para la cual el idioma alemán cuenta con la palabra stimmung. Pero el umbral es también el punto donde la imagen visionaria, tal y como la práctica García Quintero, y la reflexión filosófica se anudan en un mismo organismo poético, donde la voluntad de experimentación a nivel de la sintaxis extrae toda su luz del silencio como disposición poética de implicaciones ontológicas, mientras que el vínculo con la tradición debe valorarse justamente por una cuidada modulación de lo experimental, la cual se expresa a menudo en una original mezcla entre las sonoridades del verso tradicional y el aforismo poético, por medio del cual su obra gana en todo momento una particular hondura filosófica.