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El hombre tranquilo, o reflexiones para mantener la paz del corazón en cualquier fortuna

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El hombre tranquilo, o reflexiones para mantener la paz del corazón en cualquier fortuna (ca. 1805) es una de las obras más significativas de Manuel María Gorriño y Arduengo, un predicador, político, educador y traductor novohispano que vivió la primera gran transformación de México: su independencia de la Corona española, adaptándose a la nueva realidad desde una mentalidad ilustrada, aunque conservadora. Manuel Gorriño fue un testigo importante del derrumbe del mundo colonial al que la historia no ha terminado de hacerle justicia, pues a pesar de sus significativos aportes en educación y sus probablemente sobrevaloradas contribuciones filosóficas, aún quedan facetas por iluminar, lugares comunes y prejuicios por deshacer y, sobre todo, falta descifrar con precisión su lugar en la formación institucional y moral del México independiente, como entidad geográfica, política y cultural. El hombre tranquilo es una obra que respondió a la necesidad de su autor de organizar sus propias armas intelectuales para combatir cierta angustia social por los ominosos signos que se advertían en el horizonte político hispano a principios del siglo XIX; así, en esos todavía dudosos días, Manuel Gorriño confiaba —como lo hizo siempre— en el poder de la palabra para persuadir sobre el modo correcto de confrontar la inestabilidad, la zozobra y el conflicto interior que supondría para los grupos sociales dominantes o conservadores del virreinato la amenaza del sistema republicano, que había ya dado pasos determinantes en Europa y Norteamérica.

El hombre tranquilo, o reflexiones para mantener la paz del corazón en cualquier fortuna (ca. 1805) es una de las obras más significativas de Manuel María Gorriño y Arduengo, un predicador, político, educador y traductor novohispano que vivió la primera gran transformación de México: su independencia de la Corona española, adaptándose a la nueva realidad desde una mentalidad ilustrada, aunque conservadora. Manuel Gorriño fue un testigo importante del derrumbe del mundo colonial al que la historia no ha terminado de hacerle justicia, pues a pesar de sus significativos aportes en educación y sus probablemente sobrevaloradas contribuciones filosóficas, aún quedan facetas por iluminar, lugares comunes y prejuicios por deshacer y, sobre todo, falta descifrar con precisión su lugar en la formación institucional y moral del México independiente, como entidad geográfica, política y cultural. El hombre tranquilo es una obra que respondió a la necesidad de su autor de organizar sus propias armas intelectuales para combatir cierta angustia social por los ominosos signos que se advertían en el horizonte político hispano a principios del siglo XIX; así, en esos todavía dudosos días, Manuel Gorriño confiaba —como lo hizo siempre— en el poder de la palabra para persuadir sobre el modo correcto de confrontar la inestabilidad, la zozobra y el conflicto interior que supondría para los grupos sociales dominantes o conservadores del virreinato la amenaza del sistema republicano, que había ya dado pasos determinantes en Europa y Norteamérica.