El placer como libertad. El placer como cárcel. Laura descubre, casi por accidente, casi tardíamente, la plenitud sexual. Guiada ¿o manipulada? por Edilberto, un voyeurista muy bien dotado, se atreve a vivir los desafíos del poliamor. Tríos y juegos candentes hacen tambalear sus prejuicios y forma de vida. La narración cruda de Leaño no prescinde de la ternura y deja lugar a las pasiones humanas que, más allá del sexo, pueden interpretarse como el ejercicio del poder y la necesidad de sentir que la vida está siendo vivida.