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Atrapar una imagen y reproducirla «viva, grande, colorida, con todos los caracteres precisos de la realidad y todas las deliciosas vacilaciones de lo irreal». Este deseo, que Anna Maria Ortese expresó en su juventud, vertebra toda su obra, que se caracteriza por una originalidad subyugadora. En Silencio en Milán, de 1958, situada en algún punto intermedio entre el relato y la crónica, la mirada tierna y penetrante de Ortese se posa en los personajes de una ciudad de claroscuros con el ánimo de descifrar el misterioso silencio que, a la hora del crepúsculo, invade las calles e impregna los edificios. Y así, casi mágicamente, aflora lo fantasmal de ciertos ambientes urbanos.
Atrapar una imagen y reproducirla «viva, grande, colorida, con todos los caracteres precisos de la realidad y todas las deliciosas vacilaciones de lo irreal». Este deseo, que Anna Maria Ortese expresó en su juventud, vertebra toda su obra, que se caracteriza por una originalidad subyugadora. En Silencio en Milán, de 1958, situada en algún punto intermedio entre el relato y la crónica, la mirada tierna y penetrante de Ortese se posa en los personajes de una ciudad de claroscuros con el ánimo de descifrar el misterioso silencio que, a la hora del crepúsculo, invade las calles e impregna los edificios. Y así, casi mágicamente, aflora lo fantasmal de ciertos ambientes urbanos.
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FormatoImpreso
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EstadoNuevo
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Isbn978-84-95587-87-9
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Peso0.15 kg.
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Tamaño12 x 16 cm.
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Número de páginas172
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Año de edición2012
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Edición1
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EncuadernaciónRústica
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ReferenciaMIS10074
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Colección
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Código de barras9788495587879