Siempre ha dejado volar la imaginación. Ya de pequeña le gustaba inventarse un montón de historias, escribirlas y guardarlas en sus cajas de tesoros. Pero también le gustaba mucho que le explicaran historias. Su abuelo, cuando salían a pasear, siempre le regalaba alguno de sus recuerdos de infancia.
Leer le permitía —y le permite— seguir imaginando. Por eso, cuando le ofrecieron trabajar como librera de libros infantiles, no lo pensó dos veces.
Así, rodeada de libros fantásticos, pudo echar a volar la imaginación más alto que nunca, para escribir cuentos.