En 1831 Charles Victor de Bonstetten tiene ochenta y seis años. Reside desde hace tiempo en Ginebra, mimado por la alta sociedad y las hermosas mujeres. -Este sentimiento de amistad entre un viejo y unas jóvenes damas es algo muy especial-, escribe. Son estas amigas las que lo incitan a pasar a papel sus recuerdos, tan míticos que fascinaron por igual a Sainte-Beuve y a Marcel Proust, a André Gide y a Remy de Gourmont.