Ernesto Cardenal es sin duda la voz más conocida de la poesía nicaragüense tras Rubén Darío. Nació en Granada en 1925, en el seno de una familia acomodada, pero pronto decidió renunciar a sus privilegios de clase. En 1965 fue ordenado sacerdote y fundó la mítica comunidad de Solentiname, un lugar en el que poetas, pintores y otros artistas convivieron hasta su destrucción. Fue nombrado Ministro de Cultura tras el triunfo de la Revolución Sandinista (1979). Candidato en numerosas ocasiones al Premio Nobel de Literatura, es autor de libros como Hora Cero o Salmos. Ha sido galardonado con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2012
Contemplativo de la abadía de Getsemaní en Kentucky (Estados Unidos), compaginó su vida como monje trapense con su actividad de escritor y poeta, retirándose a los bosques del monasterio para entregarse a su verdadera pasión: la escritura. El gran móvil de todo su planteamiento ontológico y religioso fue precisamente su aspiración a la Palabra. A través de ella proyecta, orienta y administra su propia imagen literaria y humana a lo largo de una prolífica y controvertida obra que refleja sus inquietudes más hondas, su tremenda insatisfacción ante una época en la que veía surgir llamadas de socorro por todas partes, lo que le llevaría a vincularse a los movimientos pacifistas. Fascinado por los maestros zen y taoístas, los lamas tibetanos le llegaron a calificar de «Buda de Occidente», que, en su viaje a Asia, descubre y anuncia que «todo es vacío y todo es compasión». La muerte le sorprenderá accidentalmente en la ciudad de Bangkok.
Entre sus obras traducidas al español se encuentran La montaña de los siete círculos, Pensamientos en la soledad, El zen y los pájaros del deseo, y publicadas en esta misma Editorial:Diario de Asia (2000), Correspondencia (1959-1968) entre Thomas Merton y Ernesto Cardenal (2003), Oh, corazón ardiente. Poemas de amor y de disidencia (2015), antología bilingüe al cuidado de Sonia Petisco, y El camino del Chuang Tzu (2020).