«Yo no soy un hombre, soy dinamita». Friedrich Nietzsche se define en Ecce homo, un agudo autorretrato biográfico y a la vez un tratado filosófico, el libro en el que se juzga a sí mismo con sarcasmo y sale victorioso. Y lo rubrica también en una carta a un colega, el filósofo y escritor Georg Brandes: «Yo soy la dinamita más terrible que existe». ¡Boom! Nietzsche el provocador, el polemista, el irreverente, el ególatra, el megalómano, el rotundo, el loco. Nietzsche el explosivo, el rey del pensamiento que revoluciona la filosofía y, lejos de agotarse en su tiempo, atraviesa los siglos: tras él llegan sus herederos, filósofos y filósofas que se cobijan bajo su alargada sombra y se iluminan con sus luces. El alemán lanza sentencias contundentes, destructivas y constructoras, cargadas de contenido, que van mucho más allá del eslogan de filosofía de tuit; y, con ellas, el viejo mundo se resquebraja. Las sólidas creencias acaban derrumbándose, sometiendo todo a revisión. Nietzsche rompe en mil pedazos lo que en el ser humano estaba firmemente enraizado. Con su «Dios ha muerto» socava los cimientos del pensamiento de la época. «Lo hemos matado [...] Todos nosotros somos sus asesinos». Adiós a la idea de algo superior. Es hora de componer una nueva moral del ser humano. «El hombre es algo que ha de ser superado. Ha nacido el superhombre». ¡Boom! Mirando más allá de lo literal a través de un catalejo, la filósofa Sarah Kofman, cuyo trabajo se centra en la lectura de Nietzsche, se preguntará cómo escribir la vida. Judith Butler escala hasta lo alto para recoger la herencia de Nietzsche: el género no necesita de una sustancia que lo fundamente. Para la filósofa, las acciones de los sujetos performan la identidad del propio sujeto: no hacemos algo porque seamos alguien; sino que, según hacemos algo, dibujamos la identidad. Querida lectora, querido lector: en nuestro dosier, los herederos de Nietzsche.