El delito de Alexandro es un poemario hecho con ira y deseo de herir la comodidad en que se acuesta el hombre para aceptar todo el dolor, el crimen, la crisis del mundo. Quiere ser agresivo, como Fonollosa, pero sin su sarcasmo, y como Panero, pero sin su locura despolitizada. Son poemas políticos que se quedan en el desgarro. No alcanzan a expresar un programa sino el cauce del grito horrorizado del político que en vez de engañar para adquirir el poder, dice las cosas sin recoger más que las espaldas y la recriminación. Se compone de cinco partes: 1) "Todo es un crimen" habla de que cualquier cosa es un móvil para ser asesinado. 2) "¡ Uno más, uno menos!" es el despojo ético del poeta para encarnar el ímpetu del crimen que promueve la violencia sin posibilidades de evitarse y prohibirse. 3) "Nadie" oscila entre el descaro del criminal y la mezcla entre crimen a secas y crimen con motivaciones políticas, bajo el hecho de que los dioses griegos son ahora el olimpo de los asesinos. 4) "La iluminación" apunta a señalar que el crimen ha sido patrocinado en grande sin prohibición posible como si el crimen de muchos favoreciera, como lo vio un ruso, la desculpabilización y la reafirmación en la sangre derramada en masa. 5) "El perdido llamado" es una elegía torcida y rabiosa por un joven asesinado en Atenas, Alexandro, lo griego aparece como lo que, en medio del caos del mundo, da alicientes para la violencia del poder, ahora en los cajeros automáticos. Si alguna vez hubo Un mensaje para que la hermenéutica permitiera comprender, este se perdió. Presento un poemario, por lo tanto, que rompe con la lírica; en su lugar queda menos la palabra que el filo del lenguaje que antes de morir pretende herir.