Hablamos sobre el libro “Del Estado al parque”, una reflexión sobre la ciudadanía, el espacio y la transformación de la cotidianidad de quienes habitamos ciudades como Bogotá
El espacio público, la prisión y la ciudad
con Fernando León Tamayo
“Por detrás de los dispositivos disciplinarios se lee la obsesión de los “contagios”, de la peste, de las revueltas, de los crímenes, de la vagancia, de las deserciones, de los individuos que aparecen y desaparecen, viven y mueren en el desorden”
Foucault, Vigilar y Castigar
Con esta cita empieza el prólogo del libro de Siglo Editorial, “Del Estado al parque”. No es casual esta mención del sociólogo Michel Foucault. Su libro Vigilar y castigar se llama así en referencia a dos formas distintas de sociedad: “castigar”, la forma en la que se disciplinaba en el Antiguo Régimen (al sistema de gobierno anterior a la Revolución francesa/ las monarquías absolutas), y “vigilar”, que es como ha cambiado la forma de mantener el orden en tras la Modernidad (la industrialización, los estados de derecho, la razón sobre la religión). Este cambio intuye que tras la modernidad no hay una necesidad de penalizar físicamente al ciudadano por sus delitos, como solía practicarse con métodos como la horca, el destierro o el calabozo. En cambio, solo con la constante vigilancia, ya sea interna o externa, las distintas instituciones moldean el comportamiento de los sujetos. Ahora, “Del Estado al parque” comienza aquí y se pregunta por aquellos dispositivos de control social que generan la cartografía, es decir el mapa social, cambiante del espacio urbano en Bogotá. Esta cartografía de la ciudad, además de mostrarnos los comportamientos sistematizados y alienados, está llena también de las desviaciones, contaminaciones, transgresiones, delitos, y miedos del gobierno del crimen.
En la emisión de nuestro programa de radio y podcast Cartografías Editoriales de hoy entrevistamos a su autor, Fernando León Tamayo, para charlar sobre la manera en la que habitamos la ciudad, en la que los sistemas se ponen en marcha para poder habitarla, y cómo nos hemos habituado a estereotipos de seguridad, riesgo, ‘autocuidado’...
¿Nos acompañan? Hoy a las 8:00 p.m. por la HJUT 106.9 FM Bogotá o pueden conectarse online
«(...) comprender la forma en que se construyen técnicas de autogobierno del crimen en la vida cotidiana -o mejor, el intento de comprender la forma en que yo las había construido durante mi vida-, para en su lugar, buscar estudiarlas a través del conocimiento de la forma en que el crimen es gobernado en las ciudades» |
¿Cómo se sienten habitando el espacio público de Bogotá? ¿Libres, seguros, cómodos? ¿O prevenidos, rápidos, expectantes? Hemos normalizado técnicas y saberes, prácticas y discursos que se despliegan en nuestra manera de estar en el espacio público. Además de una política ciudadana para mantener el orden hay siempre la advertencia caudalosa para poder sentirnos seguros. Son esas frases que oímos siempre: no vuelvas tarde. No vayas sola. Cuidado. No se meta por ese barrio. Y nunca por esa calle. Ese parque es muy oscuro. No responda a nadie en la calle. No de papaya.
Una ciudad como Bogotá también hizo parte de la multiplicación de las cárceles en el siglo XXI y del abandono casi total de otras formas de penalización, lo que Fernando llama las “viejas costumbres”. Hoy en día, para poder gobernar el crímen en la ciudad no solo se usa la represión y el uso de la justicia penal, el literal encarcelamiento de los ciudadanos, sino que estos son encerrados de otra manera. Los ciudadanos son encarcelados por las relaciones de poder ‘preventivas’ del crímen, algo que Fernando llama las “nuevas costumbres”. Un sistema de control centrado en formas de autocontrol en ‘espacios seguros’ y exclusión de ciertos sujetos para ‘garantizar’ la seguridad. Por ejemplo, cuando no vamos por la misma calle de regreso a casa que tomamos a las 10am, a las 10pm, cuando decidimos tomar un taxi en vez del transporte público así nos tome el doble de tiempo, cuando tomamos las rutas comunes evitando ciertas comunidades al borde de los barrios, cuando juzgamos a los transeúntes por su apariencia, tono o cercanía, alejándonos al cruzar.
Hay acciones permitidas y prohibidas en los espacios públicos, calles, formas de vestir y decir. La cárcel del espacio público en la ciudad no recae en la fuerza sino en el control de la libertad de los ciudadanos en la cotidianidad. Esto hace parte del ‘bio-poder’, según Foucault, una forma de poder que ejerce una influencia positiva sobre los mecanismos de vida, “que se esfuerza por administrarla, optimizarla y reproducirla, sometiéndola a controles precisos y regulaciones integrales no solo del cuerpo sino de su medio social”. El biopoder son estas técnicas que repiensan la planificación urbana, es decir, la forma en la que se muestran y recorren la ciudad los cuerpos. Ante todo, se procura dominar eficazmente en los gestos, actitudes, discursos, en el mismo movimiento de los cuerpos en el espacio.
Los ciudadanos están encarcelados al ser sus comportamientos públicos auto-calibrados, medidos, comparados para mantenerse ‘a salvo’. En esta «prisión del cuerpo» los ciudadanos internalizan ellos mismos las normas del espacio público y son controlados, como diría Foucault, no como objetos de disciplinas sociales sino también como sujetos de auto-escrutinio y completa responsabilidad de su seguridad. Es decir, estos hábitos de ‘auto-cuidado’ frente a los riesgos de la calle no hacen parte de la formación ciudadana, son un deber si no se quieren padecer.
La pregunta que nos debemos hacer ahora es cómo pensar en los discursos y estereotipos sobre el espacio público. Cómo regular unas formas alternativas de pensar en la ciudad y unas formas de decir que contraríen lo que pensamos que es verdad, que liberen las fronteras invisibles de lo que se piensa y cómo se piensa la realidad urbana.
Les dejamos aquí las canciones que acompañan esta ruta editorial para que inspiren la lectura y el camino…
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